Democracia, cleptocracia y cacocracia


 

 



“Los hombres libres tienen ideas, los sumisos tienen ideologías”. – Teócrito

Corría el año 380 antes de Cristo, cuando Jenofonte (soldado, historiador y discípulo de Sócrates), escribía “La Ciropedia”, una dura crítica al sistema político democrático y a la forma en la que muchos gobernantes y políticos atenienses ejercían el poder de forma irresponsable y corrupta. Tomando en cuenta que Jenofonte había nacido en Atenas (Grecia) conocida como la primera democracia de la historia, además de haberse desempeñado como funcionario público, resultaba particular que se mostrase abiertamente crítico ante el sistema democrático y propugnase por un gobierno autoritario como el del Rey Ciro, del cual desprendía el título de su trabajo.

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Y es qué, Jenofonte había dejado de creer en la democracia. Su experiencia y conocimientos le hacían ver que el poder siempre terminaba dominado por demagogos que obtenían el respaldo popular a través de engaños, dádivas y ofrecimientos, terminando por corromper las instituciones y clientelizando la administración pública, absorbiendo incluso a aquellos disidentes ilustres que terminaban siendo invisibilizados como ocurrió incluso con su maestro Sócrates.

Según el contexto de la época, la democracia había sido utilizada para solapar un ansia de saqueo de las arcas públicas, por lo que Jenofonte consideraba que este sistema era el peor invento, puesto que únicamente servía para que rufianes y canallas puedan aprovecharse. Resultaba mucho mejor una forma de gobierno que girase en torno a la figura de Ciro el Grande como modelo ideal de gobernante sabio, justo, capaz de combinar autoridad con benevolencia, control con educación, poder con moralidad. Toma esta figura para mostrar cómo debían ser los líderes en cualquier sistema político: “hombres que gobiernen no por interés personal, sino por el bien de todos, apoyados en la virtud individual y el buen juicio”.

A decir verdad, la visión de Jenofonte no era suya exclusivamente. Él había decidido convertirse en porta voz de los hombres de su generación –que contó con personajes ilustres y bastante conocidos como el caso del filósofo Platón–. Una generación que se caracterizó por el desencanto y aborrecimiento reflexivo del sistema democrático y la búsqueda de nuevas formas de gobierno en la que no se favorezca únicamente un grupo de personas, más bien que sean estos los que se ocupen de trabajar por el bien de todos.

A más de dos mil años vista, aquella democracia imperfecta se acabó, desapareció, sucumbió por sus propios vicios: la prepotencia de la masa que actúa como rebaño, la vulneración notable de la justicia, la anulación del pensamiento, la decadencia política y social, la corrupción, la persecución, el encarcelamiento, la intriga política, la descomposición de las instituciones llamadas a resguardar las libertades individuales, entre muchas MAS se encargaron de aquello. Sin embargo, Jenofonte reconoce que la democracia permite la expresión y participación del pueblo, a pesar de que para el poder esto carece de toda importancia.

En las últimas horas, se dieron a conocer las conclusiones de la Reunión de Alto Nivel “Democracia Siempre”, desarrollada en Santiago de Chile con la presencia de los “líderes de izquierda”, presidentes de Chile, Brasil, España, Uruguay y Colombia; según afirmaron estarían conscientes de la incertidumbre que se cierne sobre los países que han visto amenazadas sus libertades y el sistema democrático. Lo paradójico, es que sean ellos mismos los representantes de los partidos o grupos políticos que se han encargado de socavar las instituciones democráticas a las que ahora quieren defender.

La reunión en defensa de la democracia –interpelaría Jenofonte– con los máximos representantes de la corrupción de sus países. Una corrupción en el caso de España que involucra a todo el entorno del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y de Pedro Sánchez, incluida su familia. Cinco presidentes intentando salvar a la izquierda con la bandera de la democracia, es algo demasiado visto, trillado, anacrónico y poco creíble.

Durante la conferencia de prensa, los líderes progresistas se encargaron de fustigar duramente a la derecha con dogmas característicos. Su principal objetivo es frenar su avance, acusándola de querer acabar con la democracia, endilgándole todos los males de sus países, de la región y del planeta. “Necesitamos enfrentar la rabia con esperanza y con propuestas y creo que tenemos elementos para hacerlo, pero nos falta alinearnos más”, señaló Boric, en espera de que otros líderes de izquierda de la región y el mundo se sumen a su iniciativa globalista.

Mientras eso pasa en el mundo, a pocos días de registrarse el verificativo para elegir presidente y asambleístas en Bolivia, puede verse una creciente desconfianza en el sistema democrático que hace eco en los corazones de los votantes jóvenes. Las causas son diversas, la ausencia de un dilatado pasado democrático y el propio funcionamiento del sistema que, en los últimos veinte años, se ha encargado de arrebatarles a las nuevas generaciones las últimas esperanzas.

La crisis multidimensional por la que atraviesa Bolivia, ha desnudado una vez más la fragilidad de una sociedad acostumbrada a vivir fantasías creadas por los políticos que transformaron la “democracia” en “cleptocracia”, dejándolos en la ruina y sin alternativa alguna para salir del pozo profundo en el que han hundido un país luego de veinte años del peor expolio y latrocinio que se ha visto en su corta historia de doscientos años. Lo más triste en todo esto, es que mucha gente que soporta frío y pasa hambre, de manera irreflexiva y verdaderamente preocupante, insisten en seguir entregando su voto a los herederos de aquellos que provocaron todo este desastre, para que los terminen de hundir en la miseria.

En estos tiempos de dilemas morales, es preferible hablar con gente joven. Ellos sienten que son víctimas directas del desempleo provocado por la pobreza creada por el gobierno del MAS, lo que los empuja a buscar alternativas fuera del país, muchas veces en condiciones de esclavitud. Para ellos, al igual que para Jenofonte hace 2.500 años, la democracia no sirve, conscientes de que para los poderosos sólo representan un número. Otros piensan, si no fuese obligatorio ir a votar, no lo harían, peor, cuando son obligados a elegir entre los candidatos que el sistema impone y con representantes puestos a dedazo.

En contrasentido a lo que piensan los políticos, los jóvenes son cada vez más difíciles de manipular, son cada vez más conscientes que la política es peligrosa si se la junta con grupos de crimen organizado, creen cada vez menos en las falacias y promesas demagógicas. Ya no creen en que haya algo gratis y mucho menos que el Estado deba regalar bonos para cercenarle la libertad a las personas, saben que ese es el camino más rápido a la pobreza. Hoy los jóvenes se revelan y no quieren vivir en un sistema cleptocrático y mucho menos transitar hacia una cacocracia, ese sería el tiro de gracia para un país que tiene todo para poder salir adelante.

Si no cambiamos radicalmente Bolivia se dirige a convertirse en un Estado fallido, debido fundamentalmente a la falta de historia democrática, la corrupción, la ineficiencia de los gobiernos para solucionar problemas y plantear alternativas de desarrollo. La esperanza para cambiar es que hay un 43% de gente joven que no está dispuesta a seguir aceptando gobiernos antidemocráticos e ilegítimos, a políticos corruptos que engañen y sigan aprovechándose del país. Jóvenes patriotas, dispuestos a brindar respuestas eficaces y justas ante la incapacidad de los líderes que representan a un sistema democrático que debe ser recuperado antes de que corra la misma suerte de la democracia ateniense.

Es el tiempo de actuar y de cambiar, de alzar la voz y exigir a los políticos que hagan las cosas bien por una vez en su vida. Que el desánimo y la frustración no minen nuestro espíritu y por el contrario lo fortalezcan y que nadie nos obligue a cambiar nuestra manera de pensar. “Estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, sólo, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse de pie”.