HIzo historia en 1966 al convertirse en la primera mujer negra en la portada de la edición inglesa de Vogue. Rodó para Preminger y Fellini, pero el final de su vida poco tuvo que ver con sus éxitos previos.

En abril de 1965, la revista Harper’s Bazaar publicó un reportaje de seis páginas protagonizado por Donyale Luna. La modelo había sido descubierta por el fotógrafo David McCabe unos meses antes y, poco después, se había mudado de su Detroit natal a la Gran Manzana, donde Richard Avedon la contrató en exclusiva.
Poco tiempo después de ponerse el número a la venta, las oficinas de Hearst comenzaron a recibir llamadas de queja de los lectores. Unos pedían la suspensión de sus suscripciones; otros mostraban su descontento con la publicación y aseguraban que no volverían a comprarla más. No fueron pocos los anunciantes que amenazaron con retirar su publicidad de la revista y varios puntos de venta devolvieron todos los ejemplares.
La razón para esa reacción era, sencillamente, que Donyale Luna era negra en una época en la que las leyes racistas de Jim Crow acababan de ser derogadas con la Ley de Derechos Civiles de 1964. Aunque la legislación estaba de su lado, la sociedad no concebía que las modelos negras pudieran aparecer en otras revistas que no fueran Ebony o similares. Un ambiente demasiado opresivo que Luna decidió dejar atrás marchándose a Inglaterra.En Londres, Donyale Luna consiguió hacer historia cuando en 1966 se convirtió en la primera mujer negra que protagonizó la portada de la edición inglesa de Vogue. Para aumentar más la leyenda, la fotografía la disparó David Bailey, el profesional que inspiró a Antonioni el personaje principal de su película “Blow Up!”.

Hija de la luna
Peggy Ann Freeman, nombre real de Donyale Luna, había nacido en la ciudad de Detroit en 1945 en el seno de una familia que podría definirse, sin riesgo a equivocarse, de desestructurada. El padre, un antiguo obrero metalúrgico de la Ford que había conseguido mejorar su situación en la empresa, mantenía una perversa relación con su esposa, que discurría entre la pasión desbordante y la más exacerbada de las violencias.
La pareja se buscaba, se repelía y, cuando la cosa no daba más de sí, se divorciaba. Hasta cuatro divorcios y otras tantas bodas acumularon antes de que la madre de Luna decidiera encararse de una vez por todas con el padre de sus hijas y, en el fragor de una violenta pelea, lo matase para evitar ser agredida una vez más. Los antecedentes eran tan abundantes, que los tribunales absolvieron a la mujer argumentando que fue un caso claro de defensa propia.
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Tras la muerte del padre, Donyale Luna comenzó a crearse un personaje que le acompañaría toda su vida. Aunque su certificado de nacimiento afirmaba que era mulata, que en los Estados Unidos de la época era equivalente a ser negra, la niña inventó una genealogía en la que sus ancestros eran mexicanos, indonesios, egipcios, chinos e incluso blancos irlandeses. También intentó hacer creer que Luna era el verdadero apellido de su padre y, en lo único que dio a su brazo a torcer fue en reconocer que Donyale no era su nombre verdadero sino el que eligió cuando quiso ser actriz y comenzó a participar en las representaciones del Civic Center Theatre de Detroit. Una actividad que la había enfrentado no pocas veces con su madre: mientras ella quería que Donyale fuera enfermera, la joven quería ser Anna Magnani.

De Londres a la Luna
En Londres, además de liberarse del racismo, Donyale Luna disfrutó de la efervescencia del Swinging London, se codeó con los mejores modistos, fue amiga de Terence Stamp, Julie Christie, Mick Jagger, Brian Jones, frecuentó a Dalí y fue fotografiada por figuras como Helmut Newton, William Claxton y William Klein, que la invitó a participar en su película experimental sobre el mundo de la moda Qui êtes-vous, Polly Maggoo?.
Su afición por el cine no era nueva. Antes de la película de Klein ya había participado en algunas producciones independientes de Andy Warhol, como un par de Screen Tests y el largo Camp y, a partir de entonces, Luna compaginaría su carrera como modelo con incursiones en el cine comercial, llegando a filmar a las órdenes de Otto Preminger Skidoo, de Carmelo Bene la cinta Salomé y de Federico Fellini el clásico Satyricon, rodado en Cinecittà y que fue lo más cerca que estuvo de ser Anna Magnani.
A pesar de ese éxito, las cosas pronto comenzaron a írsele de las manos, especialmente en lo que al uso de los estupefacientes se refiere. En una entrevista realizada en 1966, Luna afirmó que había abandonado Nueva York porque allí todo el mundo estaba drogado y fumado, unas declaraciones que contrastaban con su gusto por el LSD, del que era usuaria habitual y que, según ella, le había permitido “aprender que me gusta vivir, que me gusta hacer el amor, que me importa alguien de verdad, que me encantan las flores, que me gusta el cielo, que me gustan los colores brillantes, que me gustan los animales”.
Aunque el ácido también le enseñó otras cosas, “como que soy demasiado testaruda, egoísta, irracional, malvada o que he herido a otras personas”, en lugar de continuar con las enseñanzas del LSD, Donyale Luna buscó nuevas respuestas a sus preguntas en otros estupefacientes, concretamente la cocaína, la heroína y el alcohol. El abuso de esas sustancias llegó hasta tal punto que Klaus Kinski, con quien Luna mantuvo una relación sentimental, la expulsó de la casa en la que vivían juntos porque ella y sus amigos hacían un uso descontrolado de esas drogas. Para que diga eso Kinski, el uso tuvo que ser verdaderamente descontrolado.
La llegada de los años 70, lejos de parar esa deriva destructiva, la acentuó. Aunque intentó buscar una estabilidad personal casándose con el fotógrafo italiano Luigi Cazzaniga, con el que tuvo una hija llamada Dream, la adicción a la heroína continuaba y su situación profesional empeoraba día tras día. Los contratos escaseaban, los diseñadores no se acordaban de ella y las propuestas para posar en las revistas ya no llegaban desde Harper’s Bazaar o Vogue sino de Playboy. La decadencia de Luna fue tal que el matrimonio acabó separándose y, aunque no llegó a divorciarse de Cazzaniga, cualquier posibilidad de reconciliación con él desapareció el 17 de mayo de 1979, cuando Donyane Luna falleció en Roma en una clínica en la que estaba ingresada por una sobredosis de heroína.
Fuente: revistavanityfair.es