El conflicto se desató en 1950, en el marco de la Guerra Fría. ¿Qué vigencia tiene esa lucha hoy? ¿Cuánto hay de realidad en las amenazas de Kim Jong-un?
Crédito foto: AFP
Más de 40 mil soldados de Estados Unidos y Corea del Sur están llevando adelante maniobras militares en la Península de Corea, en el marco de una serie de ejercicios que realizan todos los años.
A través de estas prácticas, Washington da cuenta del compromiso de su alianza estratégica con Corea del Sur.
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Pero los vecinos del norte interpretan que el verdadero propósito de estos ejercicios es muy distinto. En concreto, sostienen que se trata de una pantalla para cubrir la preparación de un ataque sorpresa. Por eso, en respuesta, Pyongyang inició una escalada de encendidas amenazas.
Esto no es una novedad en sí misma, porque el estado norcoreano siempre rechazó fervientemente las maniobras militares conjuntas de sus enemigos.
Lo inédito es la intensidad de las amenazas recientes. En esa línea está el anuncio de la anulación de importantes pactos de paz e incluso del armisticio, que mantenía congelada la guerra iniciada en 1950.
Aún a pesar de todo esto, hay pocos motivos para pensar que realmente va a cumplir algunas de sus amenazas más mortíferas. Al menos en el corto plazo.
En primer lugar porque el principal destinatario del duro discurso del líder supremo, Kim Jong-un, es interno: no se puede obviar el gran problema de legitimidad que lo asecha.
Con 30 años recién cumplidos, debió ser rápidamente promovido en la jerarquía militar norcoreana por su padre, que veía que su muerte era inminente y que tenía que dejar mínimamente preparado a su sucesor. El problema es que, como consecuencia, ascendió sin mostrar que efectivamente tuviera las calificaciones necesarias.
Así, mostrarse como un líder fuerte frente a los enemigos nacionales puede ganarle algo de ese respeto político y militar que no pudo consolidar en su carrera previa.
En segundo lugar, más allá de la omnipotencia de sus demostraciones de fuerza, la tecnología nuclear norcoreana sigue siendo demasiado defectuosa como para atreverse a un enfrentamiento con la máxima potencia militar del planeta.
Casi todos los analistas coinciden en que todavía no consiguió desarrollar la tecnología necesaria para enviar a Washigton un misil atómico. Aunque no se puede negar que sus últimas pruebas nucleares asustaron a muchos y que, al menos, dan cuenta de su voluntad de progresar rápidamente en el rubro.
Es que hay otro motivo para temer que parte de las amenazas norcoreanas tengan algo de verdadero. Pensar que ejercicios militares de rutina puedan ser utilizados como una cortina de humo para un ataque sorpresa suena disparatado desde el punto de vista occidental. Los “juegos de guerra” tienen un valor eminentemente político, en este caso, para tranquilizar a una nerviosa Corea del Sur y ratificar la fortaleza de la alianza entre ella y Estados Unidos.
Pero desde la perspectiva de Norcorea, que es un país estructurado a partir de lo militar, y que desconfía de todo lo externo a sí misma, probablemente sea difícil pensar que esos “juegos” tienen sólo un fundamento político.
El antecedente de la Guerra
Terminada la Segunda Guerra Mundial, la península, que estaba ocupada por Japón desde 1910, fue dividida en dos por las potencias triunfantes: el norte sería controlado por las tropas de la Unión Soviética, y el sur por las de Estados Unidos.
En el marco de un naciente conflicto entre las dos potencias por decidir quién sería la dominante, la situación en Corea se hacía insostenible y parecía inevitable que una parte atacara a la otra. El primer paso lo dio el norte en junio de 1950.
¿Cómo lo hizo? Casualmente, utilizó ejercicios militares de pantalla para atacar por sorpresa al sur y así se desató la guerra.
Volviendo al presente, lo que puede estar ocurriendo es que su propia actitud en el pesado esté haciéndolo sospechar que ahora su contraparte está tramando lo mismo: usar los ejercicios como cortina para un ataque.
Debido a las reacciones preventivas que puede desatar una sospecha semejante y a la disímil interpretación que le dan el norte y el sur a los ejercicios militares, durante la presidencia de Bill Clinton estos permanecieron suspendidos en la península de Corea.
De modo que las amenazas de Pyongyang pueden ser interpretadas no sólo como un mensaje hacia el interior para consolidar a su líder, sino también como un intento de forzar a Estados Unidos a abandonar esos “juegos de guerra” con Corea del Sur.
Habrá que esperar hasta fines de abril, cuando concluyan los ejercicios militares en el sur, para ver si efectivamente la actitud beligerante del norte se debía a un temor despertado por ellos. De manera que, ya concluidos, las amenazas podrían empezar a ceder.
Fuente: Infobe