Diez años bastaban, veinte sobraban


 

Solo hace falta mirar la historia para entender que diez años bastan. No se necesita una eternidad para conquistar el poder, ni un milagro, ni una chequera infinita. Se necesita una idea, convicción, pasión, una visión, una causa, y un puñado de personas con el carácter suficiente para sostenerla contra todo.



Lo hizo el MNR en su tiempo, lo hizo el MAS hace no tanto. Diez años, más o menos, diez años bastan. Sin embargo, cuando se mira a la oposición, sus “lideres” y a los “jóvenes” activistas, lo que se ve es una mera competencia por figurar, por acomodarse, por encontrar un lugarcito en las listas, aunque haya que pagarlo.

Comencemos por los generosamente llamados líderes de oposición. En veinte años no han pensado nunca en construir una alternativa de poder. Para ellos, tener una visión de país, construir una estructura política y formar nuevos cuadros políticos, representa costos, gastos y no hay beneficios inmediatos en ese tipo de inversiones. Descubrieron que es más fácil y rentable subcontratar una sigla 6 meses antes de una elección, reciclar estructuras y servirse de ellas. ¿Y el mérito? No, ese no da plata, es mucho más cómodo sentarse sobre un liderazgo ocasional y cobrar por él. Total, gane o pierda, ya hay recaudación para afrontar los próximos cinco años de ausencia.

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Los activistas no se quedan atrás. Muchos de ellos se jactan de llevar diez años enfrentando al MAS, como si el odio por algo o por alguien fuera un gran mérito en sí mismo. Diez años de rabia, de consignas, de redes sociales y una que otra marcha para llegar a nada… porque ni siquiera cumplieron su razón de existir. El MAS no cayó por su acción, sino por su propia podredumbre interna, y ellos son apenas espectadores y comentaristas. Diez años luchando y ocupando curules en la Asamblea, concejalías y otros cargos para llegar a lo mismo, a nada.

En manos de personas verdaderamente entendidas y apasionadas por la política y por Bolivia, esos diez años que coparon los activistas, habrían sido más que suficientes para ser gobierno. Una alternativa real, un liderazgo que hiciera temblar a nuestros apolillados noventeros y los obligara a jubilarse de una buena vez. Pero no. Lo que tenemos es una camada de gente sin capacidad de abrirse campo por sí misma, personas que eligieron depender de la buena voluntad del ungido de turno. Una camada degenerada y perdida por falta de convicciones claras y de entender la política en su verdadera dimensión.

Cuando se escriba en la historia sobre esta etapa miserable de nuestra política, que no falte el párrafo que describa el verdadero rostro de todos los que la protagonizaron. Que esta sea la última vez que votamos por ellos, y la última vez que los vemos en la papeleta y en un curul.

Ya no podemos ni debemos seguir en manos de estos actores. Generacionalmente es nuestra obligación pasar a la acción, porque diez años bastaban y veinte sobraban.

Marcelo Ugalde Castrillo

Político y empresario