El proceso de aprobación de la Ley Marco de Autonomía parece destinado a ser la piedra de toque para saber quién es quién dentro de la oposición. Ante los anzuelos gubernamentales lanzados para concertar algunos retoques superficiales de la norma caben dos actitudes muy diferentes: prestarse al juego de contribuir al maquillaje democrático de un gobierno cada vez más autoritario o, por el contrario, desnudar la verdadera cara del régimen, denunciando la farsa de diálogo montada por el presidente del Legislativo. Es posible que ninguna de las dos opciones signifique un freno inmediato al proyecto totalitario, pero mientras la primera supone convertirse en un engranaje más de esa misma maquinaria, la segunda es una semilla cargada de futuro.
“Avances” para noviembre
El gobierno tenía todo listo para “avanzar” con Chile en un pacto bilateral que intercambiaría un régimen de libre tránsito hacia la costa por agua y gas de Bolivia. Denuncias oportunas desde diversos flancos parecen haber desactivado por el momento esa política lesiva a los intereses nacionales, que según anuncios oficiales volverá a ser intentada hacia fines de año.
Viendo fantasmas
Uno de los síntomas más claros para reconocer a un gobierno autoritario es la paranoia. En su sed de perpetuidad estos regímenes comienzan a ver enemigos por todas partes, perdiendo la capacidad para diferenciar lo real de lo imaginario. Así parece estar sucediendo con algunos funcionarios gubernamentales, que ahora hablan de una supuesta presencia de Manfred Reyes Villa en el territorio boliviano.
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