Adolescentes. Saturados de alcohol y drogas


Realidad. En Santa Cruz hay más centros del vicio que lugares educativos y de esparcimiento. La ciudad oferta a sus más de 1,5 millones de habitantes, cuyo 57% es menor de 19 años, más alcohol y droga que oportunidades de educación, esparcimiento y trabajo.

image Batidas. Muchos jóvenes no tienen opciones para superarse y se descarrían. La Policía los arresta y los suelta cada vez



Berthy Vaca Justiniano, El Deber

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La ciudad de Santa Cruz de la Sierra oferta a sus más de 1,5 millones de habitantes, sobre todo adolescentes y jóvenes, más alcohol y droga que oportunidades de educación, esparcimiento y trabajo, lo cual contribuye a elevar los niveles de violencia e inseguridad en una urbe marcada por la exclusión social y la inequidad económica entre los pobres y los que más tienen, según un estudio de la fundación Servicios, Estudios, Proyectos y Análisis (SEPA), realizado en 2009, en los 12 distritos municipales.

El contraste entre los centros educativos, de recreación y de seguridad pública con los lugares de expendio de bebidas alcohólicas (ver cuadro en la parte inferior) es preocupante, puesto que los karaokes, discotecas, bares, licorerías, chicherías y tiendas de barrios venden sus producto sin restricciones a la población de un 1,5 millones, cuyo 57% es menor de 19 años, conforme a SEPA, que agrega que la edad media para el consumo de alcohol y droga en los adolescentes es de 17 años. “Se comprobó que hay más oferta de boliches y de alcohol que de educación y deportes. También se concluyó que la Alcaldía no tiene datos de los lugares de expendio de bebidas. Lo más preocupante es que el consumo de marihuana y cocaína entre los adolescentes creció cuatro veces desde 1992”, dijo Guillermo Dávalos Vela, de SEPA.

A la luz del análisis se desprende que Santa Cruz es una ciudad de jóvenes no pensada para ellos y que no son reconocidos como tales por la colectividad, razón por la cual no han alcanzado plena visibilidad social y por lo tanto se desenvuelven en el marco de una sociedad ‘adultocéntrica’.

Un tercio de los adolescentes no estudia ni trabaja, lo que implica que la exclusión económica les afecta directamente. En el campo de la salud resalta la carencia de orientación y atención específica para los adolescentes, pues en los centros médicos no cuentan con espacios propios ni servicios especializados, como los hay para la niñez y los adultos.

SEPA deduce que el sistema de educación secundario es inviable para este segmento de la población, pues gradúa bachilleres con escasa preparación técnica y con poca opción de cursar estudios superiores.

El sistema penal vigente es otro punto bajo, pues criminaliza y sanciona esencialmente a los adolescentes pobres, los que, si son mayores de 16 años, son sometidos a la justicia ordinaria en desventaja con los adultos al no contar con un tratamiento diferenciado por su condición peculiar de personas en desarrollo.

Óscar Subirana, director municipal de Deportes, admitió que hay pocas opciones de esparcimiento para la juventud, como en otras ciudades, pero aclaró que la Alcaldía tiene programas gratuitos de actividad física en algunos parques, fomenta el deporte escolar con los Juegos Estudiantiles y organiza torneos en los barrios, como el realizado el domingo en el distrito 10. “Pensamos construir una pista atlética en cada distrito para incentivar la actividad física. No es suficiente, pero tenemos que rescatar a la juventud descarriada”, señaló Subirana.

Respecto al sistema educativo, Mary del Carmen Arias, directora departamental de Educación de la Gobernación, dijo que la doble titulación en los colegios públicos está establecida desde 1994 con la Reforma Educativa y que no se la puso en marcha por falta de adecuación de la infraestructura. “No hay incentivo para que los estudiantes concluyan sus estudios ni para que sigan una carrera. Asimismo, muchos alumnos no saben aprovechar las pocas oportunidades que tienen. Nosotros pretendemos instalar institutos técnicos en la ciudad y en las provincias”, subrayó Arias.

Falta apoyo y orientación a los jóvenes

Rodrigo Barahona Lara / Sociólogo

Hoy como nunca están dadas todas las condiciones para que los jóvenes se formen no como los ciudadanos responsables que deberían ser. Esto se da por varios factores, entre ellos el cambio de los valores, la desintegración de la familia como núcleo formador, la incitación al consumo de drogas sociales (cerveza) y prohibidas (cocaína), la escasez de oportunidades laborales, la sobreestimulación publicitaria tanto lúdica como sexual, el endiosamiento de las artes vacías (cultura de la pasarela) y el desprecio cada vez más patente del estudio y otras formas de superación. La falta de apoyo y orientación deriva en eso y en otras prácticas que, a la larga, pueden tener efectos nocivos para la sociedad (delincuencia, pandillas, marginalidad).

   Lo mínimo por hacer  

– Bolivia tiene el mayor índice de inequidad en Latinoamérica entre los pobres y los ricos. Hay que revertir la desigualdad.

– Transformar la educación secundaria de modo que el bachiller egrese con un título de técnico en alguna especialidad laboral para no quedar a la deriva en caso de no continuar sus estudios.

– Instaurar centros de rehabilitación para adictos a las drogas.

– Combatir el microtráfico de drogas y el expendio indiscriminado de alcohol.

– Es vital contar con una política de justicia penal garantista para adolescentes. No existe un programa socioeducativo para chicos mayores de 12 años ni menores de 16.

– La Policía debe hacer trabajar a los uniformados en sus barrios, donde conocen a sus vecinos y su problemática.

Pandillas, refugio de ‘incomprendidos’

En la ciudad capital operan 170 pandillas o camarillas integradas por unos 6.663 adolescentes o jóvenes, de 10 a 24 años, que mayormente son vecinos de los distritos 1, 4, 5, 8 y 12. En menor proporción viven en los distritos 2, 3, 6, 9 y 10, quedando exento el distrito 11 (zona central de la urbe), donde también actúan, según SEPA.

Se trata de jóvenes con pocas oportunidades de desarrollo y carentes de lazos afectivos en el hogar. Provienen de familias monoparentales o disgregadas, donde se sienten incomprendidos y marginados, lo cual los empuja a formar estos grupos. “Queremos tener a alguien que nos escuche, que nos quiera, que no nos discrimine y, sobre todo, que nos respete. En la pandilla hallamos amigos que no son ‘caretas’ (hipócritas). En mi hogar no supieron valorarme. Mi padre abusó de mí en complicidad con mi madre, que calló por no ‘desprestigiar’ a la familia. Lo recuerdo y siento que mi futuro se fue, por eso decidí buscar otro mundo”, confiesa una joven.

“Hay dos clases de pandillas. La social, que protege su barrio o territorio, y las delictivas, que son las más peligrosas, pues asaltan”, dice un ‘soldado’, el grado más bajo dentro de la estructura de la cuadrilla liderada por el ‘presidente’, que es asistido por generales y guías.

Según Guillermo Dávalos, de SEPA, muchas pandillas tienen articulación directa con el microtráfico de drogas y armas dentro y fuera de los colegios. “A los pandilleros se los asocia con bandas de delincuentes, pero no lo son. Ellos pelean con sus rivales y cometen actos delictivos para sobrevivir fuera de su territorio y todos tienen algún grado de adicción a las drogas. Los más de 6.000 jóvenes de los 170 grupos representan apenas el 2% de la población, pero nos alarmamos siendo que la responsabilidad es de los adultos”, indicó Dávalos.

“Las pocas iniciativas de reinserción son privadas. En mi barrio (26 de Septiembre, distrito 7) una iglesia evangélica trabaja con ellos, pero no es suficiente. Acá pugnan por el territorio los BDR y Los Príncipes”, señaló Pedro Zabala, presidente de la Federación de Juntas Vecinales.

Lo cierto es que los pandilleros acrecientan la percepción de inseguridad en la población. Se siente con más rigor en los distritos 1, 2, 7, 8 y 12, reveló un estudio de SEPA.

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