¡Evo sí da pie con bola!


Cristina De Toro

DE TORO El problema del criticado presidente Evo Morales no radica en su etnicidad, que dicho sea de paso no es la que él divulga a los cuatro vientos, puesto que no es un indígena aymara. Por parte de madre, él tiene algunos ancestros de esa comunidad, pero por lo demás es un mestizo, un criollo como somos casi todos los americanos. Ahora bien, que haya unos con rasgos indígenas más marcados que otros o que algunos sean menos bien parecidos, es un asunto muy distinto. En fin, su origen no es, ni tiene por qué ser inconveniente, ni para él ni para nadie.

El problema de Evo tampoco está en las barbaridades que dice, como por ejemplo: Que la calvicie y las "desviaciones de los hombres" se deben a la ingesta de alimentos modificados genéticamente. O también, que "los terremotos son consecuencia de las políticas neoliberales", como afirmó en Chile el pasado febrero, o cuando recién llegado de Suiza dijo en un discurso que acababa de venir de "Ginebra, España" y que los antepasados del pueblo boliviano "lucharon históricamente contra todos los imperios: imperio inglés, imperio romano y ahora nos toca luchar contra el imperio norteamericano". Lo anterior es simplemente un asunto de falta de conocimiento, de cabal ignorancia, pero eso no es culpa suya sino de quienes lo subieron a la presidencia a sabiendas de que ni siquiera título de bachiller poseía.



El problema del presidente de Bolivia está en Juan Evo Morales Ayma, el hombre. En ese ser que se disfraza de indígena y dice amar y proteger la "pachamama" (tierra). En el acomplejado ex sindicalista cocalero, el comunista y peleador ex diputado nacional, cargo en el que cometió actos de vandalismo y sedición amparado en su fuero parlamentario. En el Evo prepotente, grosero y ambicioso, que desde aquel entonces ha sido apadrinado ideológica y económicamente por Hugo Chávez, el que dispuso de mucho dinero para financiar toda clase de actos de provocación contra el gobierno de Sánchez Lozada: paros, bloqueos de carreteras, movilización de campesinos, etc. También, para financiar su campaña a la presidencia.

Inconveniente es el Evo embustero que se ha prestado a portar el emblema indigenista, ese que representa el papel del humilde campesino defensor del medio ambiente, que no es más que un cuento inventado por estrategas políticos cubanos y venezolanos para distraer a su país y a la comunidad internacional, tan amiga de esas folclóricas historias.

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El problema está en Juan Evo Morales Ayma, el soberbio dictadorzuelo, el racista al revés (no quiere sino indígenas), ese que, aunque funge como rey no es quien gobierna pero, al igual que su patrón y patrocinador venezolano, quiere perpetuarse en el cargo.

El auténtico Evo es el que aparece en el campo de juego portando la camiseta número diez del equipo de fútbol de la presidencia. Ese que juega de la misma forma como gobierna. El que de juego limpio, acatamiento de leyes, respeto y tolerancia por el adversario no conoce, ni en la cancha de fútbol ni en el gobierno. Evo, el solapado que da golpes bajos a sus opositores, el tirano al que todos temen, el que amedrenta con detenciones a árbitros o jugadores, como hizo con Daniel Cartagena, el empleado de la alcaldía de La Paz y simpatizante de un partido de oposición que fue víctima de sus insultos y de su agresión. Evo, el déspota, que luego de asestarle un rodillazo en sus genitales lo hizo echar de la cancha.

Ese es Juan Evo Morales Ayma, el verdadero Evo. ¡El Evo que sí da pie con bola!

El Colombiano.com