Estado desvaneciente

Economía de palabras – Humberto Vacaflor Ganam

Los ayllus de la región potosina fronteriza con Chile no aceptan que haya concluido el plazo para la legalización de los autos que llegaron de contrabando y anuncian actos de protesta.

En los últimos días, según testimonios recogidos en el lugar, el ritmo de ingreso de esos vehículos a Bolivia fue de 200 por hora.



Existe en los operadores de esta actividad ilegal la certeza de que el gobierno va a ampliar el plazo para le legalización y va a abrir un nuevo registro, que incluya a los nuevos vehículos.

Es que la práctica ha durado mucho tiempo, tanto que se ha convertido en la forma de vida de miles de personas. Hay tractoristas que se dedican a sacar de los arenales a los autos que quedan plantados. Y los ayllus tienen la costumbre de cobrar un “peaje” a cada auto que pasa. Todo esto sin contar con el inestimable aporte de los aduaneros.

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El día en que se quiera cortar el contrabando de garrafas con GLP a Perú, miles de ciudadanos quedarán sin ingresos, además que los peruanos se quedarán sin combustible.

Y así sucesivamente hasta abarcar todas las actividades ilegales.

El día en que el gobierno, el actual o el que le suceda, quiera cobrar impuestos a las cooperativas mineras se armará otro conflicto.

O cuando se cobre aranceles por la exportación de hojas de coca a Argentina, que pasan ahora de las 5.000 toneladas por año, será todo un zafarrancho.

El esfuerzo será semejante al que tendrían las futuras e improbables autoridades de Somalia cuando quieran establecer la presencia del Estado en ese territorio que está vacante desde 1991.

Pero por lo menos los somalíes dicen que el Estado que tenían ha dejado de existir, por lo que cada quien se vale por su cuenta. Hay empresas bancarias que operan. Todo lo demás es de las mafias.

En Bélgica la situación es diferente. Allí hace un año y medio que no hay un gobierno federal. Pero todo funciona bien porque algunas administraciones regionales se superponen.

En Bolivia estamos aportando con otra realidad. Un país con un Estado que ha cambiado de nombre pero que sigue siendo incapaz de controlar todo el territorio.

Los narcotraficantes que operan en algunos parques nacionales son sólo un detalle de este Estado en proceso de desvanecimiento.